Supermercado
Nunca me gustó ir de compras así que si me lo piden respondo que no. No recordaba porqué odiaba tanto esa tarea, hasta hoy.
Fuimos con mi hermanito, mi hermana y mi papá a el nuevo hipermercado de la ciudad. Allí, además de productos varios encontré nuevamente la fuente de mi rechazo por concurrir a dichas edificaciones; a saber:
- Dos horas en un zigzagueante ir y venir arrastrando un carro me dejaron las piernas a la miseria.
- El ver un millar de cosas que jamás tendré me pone de muy mal humor.
- El tener que aguantarme que a mi hermanito se le den (casi) todos los gustos me pone de peor humor.
- La amplitud térmica de un pasillo a otro es increíblemente alta. La temperatura interior de 10º contrasta con el exterior a 35º y los pasillos con refrigeradores - cuidadosamente intercalados para conseguir una letal pulmonía - dudo mucho que llegaran a 0º.
- El ver los precios realmente me deprime mucho.
- Me enferma tener que vaciar el carrito sobre una cinta transportadora para despues volver a meterlo todo dentro del carrito y después volver a sacarlo para introducirlo en el auto para después sacarlo nuevamete y desparramarlo en el piso de la cocina para finalmente ordenarlo.
- Una vez que se llega a casa y se comienza a guardar todas las compras descubrir que la mitad no entran en las alacenas, en la heladera o estantes en los que le corresponda... y la otra mitad no era realmente necesaria comprarla porque ya había.
¿A quién carajo le puede gustar este rito masoquista?
Entre otras cosas, éstas son las sencillísimas razones por las que me enferma ir de compras. La única excepción es cuando se va a buscar algo puntual ya sea una compra relámpago o con una lista muy específica y limitada de cosas.
Tenía ganas de quejarme.
Se vemos.
Fuimos con mi hermanito, mi hermana y mi papá a el nuevo hipermercado de la ciudad. Allí, además de productos varios encontré nuevamente la fuente de mi rechazo por concurrir a dichas edificaciones; a saber:
- Dos horas en un zigzagueante ir y venir arrastrando un carro me dejaron las piernas a la miseria.
- El ver un millar de cosas que jamás tendré me pone de muy mal humor.
- El tener que aguantarme que a mi hermanito se le den (casi) todos los gustos me pone de peor humor.
- La amplitud térmica de un pasillo a otro es increíblemente alta. La temperatura interior de 10º contrasta con el exterior a 35º y los pasillos con refrigeradores - cuidadosamente intercalados para conseguir una letal pulmonía - dudo mucho que llegaran a 0º.
- El ver los precios realmente me deprime mucho.
- Me enferma tener que vaciar el carrito sobre una cinta transportadora para despues volver a meterlo todo dentro del carrito y después volver a sacarlo para introducirlo en el auto para después sacarlo nuevamete y desparramarlo en el piso de la cocina para finalmente ordenarlo.
- Una vez que se llega a casa y se comienza a guardar todas las compras descubrir que la mitad no entran en las alacenas, en la heladera o estantes en los que le corresponda... y la otra mitad no era realmente necesaria comprarla porque ya había.
¿A quién carajo le puede gustar este rito masoquista?
Entre otras cosas, éstas son las sencillísimas razones por las que me enferma ir de compras. La única excepción es cuando se va a buscar algo puntual ya sea una compra relámpago o con una lista muy específica y limitada de cosas.
Tenía ganas de quejarme.
Se vemos.